El otro día entré en una tienda. La típica tienda de tonterías. De regalos. Me topé con una pareja de adultos. Bueno, más adultos que yo. Pasarían los treinta y cinco. Los cuarenta?
No me hubiera fijado en ellos si no fuera porque ella no hacía más que reírse. Reírse de él. Él ponía todos los cronómetros de cocina para que sonaran a la vez.
Yo había perdido la fe. La fe en el ser humano. Entero. Todos. Todas. Fuera de mi fe.
Y él ponía los cronómetros de cocina para que sonaran y ella no podía parar de reír. Yo me reía con ella (pensé en que era una genialidad!)
No pude dejar de pensar en que eso era lo que quería. Que alguien envejeciera, pero que no se hiciera mayor. REIR.
¡Basta de tipos serios!
Y recordé a Chendler Bing.
No hay comentarios:
Publicar un comentario